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Menos pirotecnia más conciencia ambiental

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Guayaquil es una ciudad viva no solo por su gente y sus tradiciones, sino también por los ecosistemas que la rodean y atraviesan. Esteros, manglares, cerros, parques urbanos y una amplia biodiversidad conviven diariamente con la dinámica urbana, incluso durante las celebraciones de Navidad y fin de año.

 

En estas fechas, el uso de luces, sonidos y elementos pirotécnicos se intensifica como parte de prácticas tradicionales. Sin embargo, muchas de estas acciones generan impactos ambientales que no siempre son visibles de inmediato, pero que afectan de forma directa a la naturaleza y a la vida silvestre presente en el entorno urbano.

 

Uno de los principales factores de riesgo es el ruido provocado por los explosivos. Animales domésticos y silvestres (como aves, murciélagos y pequeños mamíferos) poseen una audición mucho más sensible que la humana. Las detonaciones pueden causarles estrés extremo, desorientación y desplazamientos forzados, alterando sus rutas habituales y exponiéndolos a accidentes o incluso a la muerte por estrés.

 

A este impacto se suma la contaminación que dejan los festejos. Restos de pirotecnia, cartones, envolturas y otros desechos permanecen en el ambiente tras las celebraciones. Con las lluvias, estos materiales terminan en calles, canales, esteros y manglares, afectando ecosistemas frágiles y poniendo en riesgo a las especies que dependen de ellos. En el caso de los llamados globos de los deseos, al caer se convierten en basura o en potenciales focos de incendio, tanto en áreas naturales como urbanas.

 

Otro efecto que suele pasar desapercibido es la calidad del aire. En pocos minutos, la quema de pirotecnia genera humo y sustancias contaminantes que pueden triplicar los niveles habituales, superando lo considerado seguro para las personas y el ambiente. Esto puede provocar molestias en personas con sensibilidad respiratoria y, al mismo tiempo, afectar a la fauna urbana.

 

La contaminación lumínica también tiene consecuencias. Muchas especies dependen de la oscuridad para orientarse, alimentarse y protegerse. Destellos intensos y luces repentinas alteran estos comportamientos, provocando confusión, choques, caídas o el abandono de refugios naturales.

 

Ante este escenario, especialistas y autoridades ambientales promueven alternativas que permiten mantener el espíritu festivo reduciendo riesgos, como espectáculos musicales, el uso de luces y velas LED, linternas o exhibiciones con drones, opciones que respetan la vida silvestre y el entorno.

 

Celebrar no implica dejar de disfrutar, sino hacerlo con mayor conciencia. En una ciudad que convive estrechamente con la naturaleza, cada acción tiene un impacto más amplio del que parece. Las festividades representan una oportunidad para compartir y celebrar cuidando, al mismo tiempo, el ambiente y la vida que lo habita.

 

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