Inaugurado en 1920 como homenaje al primer centenario de la Independencia, el Parque Centenario se consolidó como el proyecto urbano más ambicioso del Ecuador. Para lograrlo, el Cabildo de la época comenzó a planificarlo con casi 30 años de antelación, anticipando un legado que trascendería generaciones.
La monumental Columna de los Próceres, de 27 metros de altura, se mantuvo durante varias décadas como la estructura más alta de la ciudad. Este hito no solo definió el paisaje urbano, sino que reorientó el crecimiento de Guayaquil hacia el oeste, hasta el Estero Salado, dando origen al boulevard 9 de Octubre.
Construido con aportes locales y aprovechando la bonanza del cacao, el parque representó un regalo cívico para la ciudad. Más allá de su valor arquitectónico, la columna consolidó a Guayaquil como capital económica y cultural del Ecuador. La inversión realizada en su época, incluyendo la construcción de la columna y las esculturas de las puertas, equivaldría hoy a varios millones de dólares. Solo el valor comercial del terreno podría superar los USD 70 millones.
Comparado con otras plazas conmemorativas del Ecuador, como la Plaza de la Independencia en Quito o el Parque Calderón en Cuenca, el Parque Centenario mantiene una monumentalidad incomparable en 2025. La concentración de esculturas, relieves y símbolos cívicos lo convierte en el espacio con mayor densidad patrimonial del país, conservando 64 esculturas y elementos de gran belleza.
Su construcción respondió al espíritu cívico de empresarios e intelectuales que buscaban reafirmar a Guayaquil como la ciudad más progresista del país. Este tipo de columnas suele erigirse en capitales como México o Buenos Aires; Guayaquil la posee sin serlo. Durante décadas, el parque fue el más fotografiado y concurrido de la ciudad, impulsando la vida social, dulcerías, paseos y encuentros que consolidaron el boulevard 9 de Octubre como eje urbano.
Hoy, más de un siglo después, el Parque Centenario sigue siendo un referente de identidad, memoria y monumentalidad, y plantea un desafío: reflexionar sobre el Guayaquil de los 500 años de fundación y proyectar un nuevo legado cívico y cultural para las futuras generaciones.