Historias, culturas y sueños se entrelazan en la ciudad que miles de personas eligieron para comenzar una nueva vida. Con 2,9 millones de habitantes en 2025, según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censo (INEC), la Perla del Pacífico no solo es el cantón más poblado del Ecuador, también es el que más abraza la diversidad.
El censo de 2022 reveló que el 20,84% de sus habitantes no nació en este territorio. Más de 570.000 personas decidieron echar raíces aquí: 502.732 migrantes internos y 69.579 extranjeros. Entre los primeros, resalta la presencia de comunidades de Manabí, Los Ríos, Esmeraldas, Chimborazo, El Oro, Santo Domingo, Pichincha y otras zonas de Guayas. La colonia manabita de Jipijapa es la más numerosa, con 39.398 personas, lo que representa el 30% de los nacidos en ese cantón que hoy viven en la ciudad.
Los barrios del noroeste y sur guardan la impronta de estas comunidades, que enriquecieron la cultura urbana con sus tradiciones y sabores, popularizando el encocado, la chicha resbaladera y los ceviches. Desde la Sierra Centro también llegó una fuerte influencia que se siente en los mercados, donde productos agrícolas y prácticas comerciales mantienen viva la esencia de sus regiones.
A esta diversidad se suma el aporte internacional. Con casi 70.000 residentes provenientes de 117 países, el Puerto Principal brilla como un verdadero crisol global. Venezolanos, colombianos, italianos, chinos y libaneses dinamizan la vida urbana con sus costumbres y gastronomía. Las arepas, tequeños, pizzas, chaulafán y shawarmas se disfrutan junto a la cocina local. La comunidad china impulsa el comercio en la zona central, mientras que la libanesa se distingue en Urdesa, especialmente en la calle Guayacanes, donde sus negocios se han convertido en referentes.
El comercio, la industria, la construcción, los negocios inmobiliarios y las actividades ligadas a la agricultura, acuacultura, silvicultura y pesca se han fortalecido gracias al esfuerzo de propios y extraños. Los mercados, las calles y los barrios son prueba de cómo la diversidad se convierte en fortaleza.
La ciudad es hoy cosmopolita por excelencia: no solo acoge, sino que se transforma junto a quienes la eligen. Su esencia late en la energía de sus habitantes que, sin importar su origen, comparten un mismo orgullo: ser parte de una urbe que no solo es grande por su tamaño, sino por el corazón de su gente.